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Cuando hablamos de estrategia, siempre se nos ha indicado, su semejanza con una partida de ajedrez, no solo por la manera en que esta diseñado este milenario juego; sino también por la capacidad de análisis y visualización de los futuros movimientos que un contrincante podría hacer hasta llegar al “Jaque Mate”.

Como lo manifestó un gran consultor estratégico (Carlos Téllez) en una de mis sesiones de formación; y sobre ello soy un convencido que el alcance y “la capacidad del pensamiento estratégico nos permite imaginar un futuro y tomar decisiones en el presente para darle forma a aquello que nos resulte posible y prepararnos para eso que simplemente tendremos que aceptar.”

Ante ello y retomando un poco lo mencionado el inicio de este escrito; ¿no es mejor comparar la estrategia o el diseño de esta o su ejecución mas bien como un juego de póker y no como una partida de ajedrez?

El ajedrez no incluye información oculta y muy poca suerte. Las piezas están ahí a la vista de ambos jugadores. Las piezas no pueden aparecer o desaparecer al azar. Ni existen tiros de dado que si salen en contra tuya puedan hacer, por ejemplo que tú alfil sea retirado del tablero.  El ajedrez por toda su complejidad estratégica, no es un buen modelo para la toma de decisiones en la vida, dado que la mayoría de nuestras decisiones implica información oculta y una participación mucho mayor del azar.

Por otro lado el póker es un juego de información incompleta. Es un juego de toma de decisiones bajo condiciones de incertidumbres en el tiempo. La información incompleta presenta un desafío, no solo en términos de toma de decisiones , sino también para derivar en aprendizajes a partir de las decisiones del pasado. La calidad de nuestra vida, en gran parte, es la suma de la calidad de nuestras decisiones más el azar.

Una apuesta en realidad se trata de una decisión acerca de un futuro incierto. Las implicaciones que tienen las decisiones como apuestas, nos pueden facilitar a descubrir oportunidades de aprendizaje en ambientes inciertos. Comprender que tratar las decisiones como apuestas, facilitaría evitar las trampas comunes de las decisiones, aprender de los resultados de una manera más racional y mantener las emociones fuera del proceso tanto como sea posible.

Como en el juego reconocemos en la vida la existencia del azar pero nos resistimos a la idea de que, no obstante el esfuerzo que realicemos, las cosas probablemente no salgan como queremos que salgan. Entonces, si esto es así tanto en la vida y como en el mundo de los negocios ¿Por qué nos incomoda tanto saber que los resultados pueden estar mas allá de nuestro control? ¿Por qué creamos conexiones tan fuertes entre los resultados y la calidad de las decisiones que los anteceden?

Podremos ser mejores separando la calidad de los resultados de la calidad de las decisiones y descubrir el poder que tienen las palabras “no estoy convencido o seguro”. Aprendamos estrategias para planear el futuro, tomar decisiones de manera menos visceral, crear y trabajar con nuestros yos del pasado y del futuro para tomar menos decisiones regidas por la emoción.

¿Estamos listos para abrazar la incertidumbre cómo lo hacen los grandes tomadores de decisiones? ¿ Estamos listos para abrazar la redefinición de la equivocación y reconocer que no todo esta bajo nuestro control? ¿Qué debemos en ocasiones confiar en nuestro instinto como mitigante de ese porcentaje relacionado al azar que va implícito en la toma de decisiones?

Sentirse cómodos con este reajuste, y con todas las cosas buenas que nos puede conllevar, podría ser el comienzo del reconocimiento de que hemos estado apostando desde el principio.